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EL TIEMPO

miércoles, 2 de octubre de 2013

PASARELA PEATONAL EN LA MANGA


Pasarela peatonal en la zona norte de La Manga, ¿sí o no?, ¿por qué? Estas fueron las cuestiones que analizaron el domingo pasado en la edición impresa de 'La Verdad' el catedrático de Ecología de la UMU Ángel Pérez Ruzafa (gran conocedor de los problemas ambientales del Mar Menor) y el presidente de la Cámara de Comercio de Cartagena, Miguel Martínez Bernal. Argumentos científicos y razonamientos económicos que alimentan el debate social sobre si debe comunicarse La Manga por su zona norte, un área de frágil equilibrio ecológico que hasta ahora se ha tratado de mantener mínimamente alterada. Reproduzco los dos artículos porque contienen elementos de juicio interesantes.

Riesgos, ventajas e inconvenientes

Por Angel Pérez Ruzafa (catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia)
Estos días la prensa comenta la propuesta de construir una pasarela que conecte el extremo norte de La Manga con San Pedro del Pinatar. La idea no es nueva, pero sí lo es su formulación, puesto que ahora se diseñaría como un acceso peatonal. Hay quien piensa que el nuevo proyecto pretende ser un caballo de Troya para, con una solución blanda aceptable, abrir la brecha que permita el posterior desarrollo de una vía de acceso para el tráfico motorizado. No podemos decir que dichos temores sean injustificados, puesto que es habitual este tipo de estrategias en las que una pequeña concesión se termina convirtiendo en una verdadera amenaza.
La principal dificultad para definirse en un tema delicado como éste es que no hay un proyecto concreto. Sin embargo, podemos plantearnos los riesgos, ventajas e inconvenientes de la propuesta asumiendo que consiste justamente en eso, una pasarela peatonal que cruce o bordee las encañizadas del Charco, la Torre y El ventorrillo.
Lo primero a tener en cuenta es que dicha área es una de las pocas preservadas de la ribera del Mar Menor, con un elevado valor ecológico, cultural y económico. En ella se conservan los paisajes naturales, la vegetación y la fauna propios del Mar Menor, sin la agresión de los bloques de cemento, tráfico rodado, chiringuitos, ruido y contaminación lumínica. Además, sus fondos someros regulan los flujos biogeoquímicos entre sedimentos, columna de agua y atmósfera. Las golas son el motor de los intercambios entre la laguna y el Mediterráneo, esenciales para el mantenimiento de la hidrografía, la calidad de las aguas y las migraciones de peces que son la base de la pesca y el turismo.
Los intercambios de larvas y adultos son necesarios para mantener la biodiversidad del Mar Menor y la diversidad genética de las especies mediterráneas. Además, aquí tiene lugar la aclimatación de organismos que pueden ser un recambio imprescindible en las redes tróficas lagunares cuando alguna de las especies habituales sufre una disminución drástica por causas naturales o forzadas por el hombre. Estos mecanismos han permitido al Mar Menor defenderse, de momento con éxito, de las agresiones a las que lo sometemos. Finalmente, aquí quedan los últimos restos de una tradición cultural milenaria ligada a las lagunas costeras, los sistemas de pesca mediante encañizadas.
Lo primero a tener presente ante todo proyecto de intervención en esta zona es que difícilmente sus beneficios económicos podrán alcanzar los que ya está generando en términos de equilibrios ecológicos, climáticos, biodiversidad, valores culturales y naturales. Los daños fácilmente podrían superar a los beneficios. La mayoría de las actuaciones en el litoral no llegarían a realizarse si los promotores tuvieran que asumir los costos reales que producen.
Sabiendo lo que está en juego podemos analizar la propuesta. Asumiendo que se trata de una pasarela peatonal, de madera, integrada en el paisaje, al estilo de las que ya existen en el Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar, el proyecto podría ser asumible. Pero antes habría que asegurarse estudiando los posibles impactos durante la fase de construcción, su uso y mantenimiento.
Entre los riesgos potenciales habría que valorar y reducir al mínimo el impacto paisajístico y visual. La invasión de la marisma y fondos someros para la colocación de pilares y su mantenimiento puede alterar los flujos biogeoquímicos en los sedimentos, su estabilidad y la hidrodinámica de la zona. El tránsito de personas, especialmente si es elevado, puede afectar a las aves, por lo que debería estar regulado, y el abandono de desechos puede ser un riesgo para la naturalidad del ecosistema. Si dichos impactos fueran reducidos y no alteraran significativamente los procesos naturales actuales, no cabe duda de que el proyecto puede ser rentabilizado económicamente.
Entre las posibilidades está el claro atractivo para el paseo y la observación de un paisaje natural esencial para el funcionamiento de una laguna costera, a esto se uniría la posibilidad de desarrollar un museo de las encañizadas, con la puesta en valor de productos de elevado valor económico en otras lagunas, como las huevas de mújol, la flor de sal y otros bienes y servicios ligados a la cultura lagunar. Pero no nos basta con minimizar impactos, necesitamos proyectos encuadrados en la política de gestión ambiental que marca Europa y diseñar infraestructuras verdes que no solo presten servicios, sino que preserven y recuperen los valores naturales y los beneficios que derivan de ellos. Estas son ya las únicas opciones que le quedan al Mar Menor.
No podemos ver esta pasarela como un estímulo para el turismo de masas y chiringuitos. Ni siquiera un acceso para el tráfico rodado, absolutamente desaconsejable, evitaría que la Manga sea la ratonera urbana en la que la han convertido y en la que solo percibes que estás entre dos mares mirando el mapa de carreteras.

Proteger y revalorizar

Por  Miguel Martínez Bernal (presidente de la Cámara de Comercio de Cartagena)
He de manifestar mi apoyo al proyecto de pasarela peatonal desde la zona norte de La Manga del Mar Menor hasta San Pedro del Pinatar. Entiendo que esta actuación preservará para generaciones futuras uno de los últimos entornos de playa virgen existentes en el litoral del Mar Menor y ello, desde la firme convicción de que supone una apuesta por el desarrollo sostenible y respetuoso con el medio ambiente, causando un mínimo impacto medioambiental en la zona.
La mejor forma de proteger un determinado espacio territorial es demostrar su verdadero valor, en este caso, natural, ambiental, paisajístico y cultural. Habría que abrir este espacio a un desarrollo sostenible pero protegiéndolo de futuros usos urbanísticos y de cualquier otra infraestructura con impacto medioambiental. Los valores naturales o medioambientales en la actualidad son un gran activo económico y representan un valor añadido y de calidad en el desarrollo armónico de las sociedades.
La aprobación de la moción, no olvidemos que fue por unanimidad.

Fuente: Miguel Ángel Ruíz


2 comentarios:

Isabel Rubio dijo...

Estoy en contra de la pasarela. ¿Desde cuando andamos tanto que nos faltan sendas en la región? Y tiene que ser precisamente ahí. Qué curioso que el presidente de la Cámara de Comercio esté a favor...

José Navarro Leandro dijo...

Yo pienso que si fueramos todos educados y respetuosos con el medio ambiente sería casi buena idea, si no tuviera un impacto paisajístico y visual tan evidente como dice Pérez Ruzafa. Pero me temo que eso no sería así, y que las aves se verían gravemente afectadas. Además que detrás de eso probablemente vendría el acceso por carretera en la zona norte de La Manga, lo cuál sería un auténtico atentado terrorista en contra del Mar Menor.
Así que mi opinión es que se quede cómo está y el que quiera pasear que pasee por otras zonas que ya hay habilitadas para eso.