Los
sistemas estuáricos son zonas de transición entre los océanos y los
continentes, es decir, constituyen los ecotonos entre los ecosistemas
terrestre, dulceacuícola y marino. Dichos ambientes acuáticos engloban diversos
morfotipos tales como lagunas costeras, estuarios de llanura, marismas, rías,
deltas, fiordos, etc. De este modo, sus características ambientales vienen
determinadas en última instancia por su geomorfología y dinámica hidrológica
(régimen de mareas, caudal fluvial, comunicación con el mar abierto, etc.),
circunstancia que conlleva la presencia de fluctuaciones periódicas, de mayor o
menor intensidad, en sus parámetros físicos y químicos.
Por
todo ello, se considera que los ambientes estuáricos son sistemas muy dinámicos
y sometidos a un elevado estrés ambiental, característica que condiciona
enormemente la composición y estructura de sus comunidades biológicas y que da
lugar a complejas interacciones ecológicas. Las especies que habitan estos
sistemas presentan adaptaciones fisiológicas y de su estrategia de vida que les
confieren una ventaja selectiva en este tipo de ambientes impredecibles.
Los
ambientes estuáricos se encuentran entre los ecosistemas con mayor
productividad biológica del planeta, actuando como zonas de cría de fases
larvarias y juveniles de multitud de especies marinas. Además, y desde el punto
de vista humano, constituyen una fuente muy importante de recursos naturales,
permitiendo el desarrollo de actividades altamente rentables como la pesca y la
acuicultura, así como de servicios tales como el turismo, transporte de
mercancías e incluso como receptores de los vertidos originados por las
industrias y las poblaciones ribereñas.
Como
consecuencia de la confluencia de todo tipo de usos e intereses
socio-económicos, los estuarios y lagunas costeras están sujetos a un
importante número de alteraciones de origen antrópico con un impacto relevante
sobre la estructura y dinámica de sus comunidades biológicas. Entre otros, cabe
destacar aquellos relacionados con la regulación de caudales, procesos de
eutrofización y contaminación por metales pesados, sobrepesca, dragados,
canalizaciones y obras costeras, etc.
La laguna costera del
Mar Menor se encuentra entre los sistemas lagunares de mayor extensión de la
cuenca Mediterránea. Esta circunstancia, junto con su elevada diversidad
ambiental, favorece el desarrollo de una abundante y diversa comunidad de
peces, siendo una de las lagunas costeras con mayor riqueza de especies de
peces del Mar Mediterráneo, con un total de 84 especies citadas. Además, la
laguna mantiene una importante actividad pesquera, siendo objeto de pesquerías
especies como la anguila (Anguilla anguilla), la dorada (Sparus
aurata), la lubina (Dicentrarchus labrax), el chirrete (Atherina
boyeri), el magre (Lithognathus mormyrus) y distintas especies de mújoles
(Mugil cephalus, Liza aurata
y Liza saliens) y sargos (Diplodus sargus, Diplodus puntazzo
y Diplodus annularis).
Estudios recientes
han puesto de manifiesto la elevada importancia que tienen las zonas someras
litorales de la laguna como zonas de cría y engorde para un gran número de
especies de peces, incluidas las citadas anteriormente, con un importante
interés pesquero (Figura 1). Además, estas zonas litorales sustentan
poblaciones de peces con un interés conservacionista como son el fartet (Aphanius iberus), el caballito de mar (Hippocampus guttulatus) y la aguja (Syngnathus abaster).
|
Figura 1. Las zonas litorales del Mar Menor
son áreas de cría y engorde de alevines de muchas especies de peces con interés
pesquero: A) Sargo picudo (Diplodus
puntazzo); B) Dorada (Sparus aurata);
C) Mújol (Liza aurata); D) Lubina (Dicentrarchus labrax); E) Chirrete (Atherina boyeri).
Durante las últimas décadas
el Mar Menor está sufriendo una degradación ambiental generalizada debido a
múltiples causas de origen antrópico. Uno de los factores que más impacto ha
tenido sobre sus comunidades biológicas ha sido el crecimiento de la población
humana en sus riberas y la modificación de las mismas mediante la construcción
de infraestructuras de todo tipo, como por ejemplo el aterramiento o relleno de
tierras para la construcción de nuevas playas y paseos marítimos, lo que ha
supuesto la pérdida de superficie lagunar y el enterramiento de las comunidades
biológicas litorales (Figura 2). Actualmente, la mayor parte de la zona litoral
de la laguna está urbanizada (aproximadamente un 80% del perímetro lagunar está
afectado por la construcción de paseos marítimos, escolleras, núcleos de
población y puertos deportivos).
|
Con respecto al impacto de estas actuaciones sobre la
comunidad de peces de las zonas litorales, estudios realizados por
investigadores del Departamento de Zoología y Antropología Física de la
Universidad de Murcia, revelan que la estructura del hábitat y la abundancia de
ciertas especies con interés pesquero y conservacionista se ven afectadas
negativamente. Así, se ha podido constatar que los fondos adyacentes a
humedales costeros como La Hita, El Carmolí y Lo Poyo mostraron una mayor
complejidad del hábitat, con presencia de un sustrato heterogéneo y praderas
bien desarrolladas de las fanerógamas marinas Cymodocea nodosa y Ruppia
cirrhosa (Figura 3). Esta circunstancia favorece la presencia de una
abundante y diversa comunidad de peces. Por un lado los alevines de muchas
especies encuentran refugio y alimento en estas zonas, actuando como verdaderos
criaderos de especies como la dorada, el mújol y el chirrete. Por otro lado, estas
áreas resultan fundamentales para la supervivencia de especies como el fartet y
la aguja, cuyas poblaciones en la laguna se encuentran amenazadas.
|
La preservación de
zonas sin urbanizar en el litoral del Mar Menor, que mantengan un hábitat
complejo, con presencia de praderas de vegetación sumergida y un sustrato
heterogéneo, debe ser una prioridad en los planes de conservación de la laguna.
Como se ha comentado, estas áreas juegan un papel vital para el alevinaje de
muchas especies de peces con interés pesquero y son hábitats esenciales para
especies amenazadas como el fartet, el caballito de mar y la aguja. Por otro
lado, deberían adoptarse técnicas menos agresivas en los trabajos de
regeneración y mantenimiento de las playas con uso turístico, y contemplar
medidas de restauración del hábitat que permitan establecer pequeñas zonas con
un mayor grado de naturalidad.
Figura 4. El litoral de las zonas
urbanizadas del Mar Menor se caracteriza por presentar playas recreativas en
las que el sustrato es muy homogéneo (arenas) y la vegetación acuática es muy
escasa. Sin embargo, algunas zonas marginales asociadas a escolleras o puertos
deportivos (p.e. Los Urrutias, Los Nietos) mantienen un cierto grado de
naturalidad y son importantes zonas de refugio para especies amenazadas como el
fartet (Aphanius iberus), el
caballito de mar (Hippocampus guttulatus)
y la aguja (Syngnathus abaster).
Autor:
David
Verdiell Cubedo
Departamento
de Zoología y Antropología Física. Universidad de Murcia.
2 comentarios:
Buenas, me parece un blog muy interesante.
Una pregunta.
En las fotos de los alevines ¿seguro que el B es un alevín de dorada? Lo digo porque desde mi ignorancia no se parce nada a una dorada.
Gracias
Gracias. Si, lo que pasa es que los alevines a veces no presentan los rasgos marcados de los adultos.
Un saludete.
Publicar un comentario