Cabo de Palos, 30 ENE 2015. Su imponente figura ha sido admirada desde varias generaciones y su monumentalidad lo convierte en uno de los edificios más visitados de toca la costa española. El faro de Cabo de Palos cumple 150 años y lo hace, como siempre lo ha hecho, desde una altura de 80 metros sobre el mar, al que observa como desafiante a los miles de barcos que ha ayudado a su paso por este rincón repleto de maravillosos fondos marinos. Los residentes de la zona saben que representa algo más que una torre y se ha convertido en un símbolo del litoral español, en un pueblo de pescadores que ha resistido a muchos envites y que ha sido el mejor testigo presencial de decenas de naufragios de barcos, que ahora observan su esbelta figura desde las profundidades. Se iluminó el 31 de enero de 1865 gracias a una lámpara de aceite, y desde entonces no ha dejado de mostrar el camino de los buques mercantes, de pasajeros y de recreo gracias a unos destellos que en las noches más claras llegan a superar las 30 millas náuticas.
Faro de Cabo de Palos
La Voz de La
Manga ha querido
conocer de primera mano la situación actual del faro y ha pasado unas horas en
su interior con Jesús Álvarez, una de las personas que conoce todos sus
secretos, ya que lleva casi tres décadas como farero. Nos presenta el corazón
del faro, nos lo destripa y nos permite poder disfrutar una de las mejores
vistas de toda la costa mediterránea tras subir a pie sus 260 escalones. Desde
ese tiempo reside en el edificio de dos plantas que se sitúa en la base del
faro. Junto a él, tres familias más que son los encargados del mantenimiento de
todos los faros regionales desde Águilas hasta el del Estacio, en La Manga del
Mar Menor, incluyendo al de las Islas Hormigas. La Autoridad Portuaria de
Cartagena es el organismo encargado de su control diario gracias a los llamados
técnicos de señales marítimas, lo que antiguamente se llamaba fareros. Esta
denominación ya no existe ya que con el paso del tiempo se han ido integrando
como funcionarios en varios departamentos de la Administración.
Linterna del
faro de Cabo de Palos / Pedro Conesa
Pero
Álvarez, gallego de nacimiento y amante del mar, no ha podido dejar el faro de
Cabo de Palos desde que lo eligió como destino en 1986. Él ha sido un testigo
privilegiado de los avances técnicos en las señales marítimas, y como sus
compañeros se van jubilando con el paso del tiempo sin que haya repuesto, una
situación que entiende por el avance de la tecnología en su sector. Es
consciente de las mejoras en la ayuda a la navegación, pero sabe que capitanes,
pescadores o cruceristas se encuentran más tranquilos cuando ven el faro en
funcionamiento. Ahora trabajan de ocho de la mañana a dos de la tarde, pero un
teléfono les recuerda que siempre están en alerta por si hubiera alguna
emergencia. Alejado de las connotaciones románticas y del misterio que siempre
esconde el faro, nos explica que antiguamente el farero dormía en la cima para
evitar que nunca se apagara la luz, un lugar no exento de aguantar duras
condiciones climatológicas en las que muchas noches no permitía mucho tiempo al
descanso.
“Ahora es
bastante distinto. No subimos todos los días y sólo lo hacemos para hacer
revisiones, ya que todos los faros están automatizados y tenemos sofisticados
equipos para poder controlar todo su funcionamiento. Estamos conectados a
través de un teléfono donde se nos comunica las incidencias que pueden
ocurrir en cualquiera de los faros de los que nos encargamos. Igual estamos
haciendo revisiones en Cabo de Palos como en unas horas nos marchamos a Águilas
porque hay una avería”, relata Juan Álvarez.
La historia
del faro da para mucho. Desde que el 31 de enero de 1865 encendiera su luz, no
ha vuelto a fallar a los navegantes, aunque pocos saben que su funcionamiento
estuvo interrumpido hace más de una década durante una hora debido a dos
rayos que cayeron y quemaron todos los aparatos electrónicos de las viviendas e
hizo explotar la bombilla que estaba en funcionamiento. Desde entonces se han
tomado medidas y hoy es casi imposible que vuelva a suceder. En su exterior se
ha montado una jaula de Faraday, que protege a la torre de cualquier descarga
eléctrica que pueda provocar algún deterioro. Además, dentro del recinto del
faro existen dos grupos electrógenos que están preparados por si hubiera alguna
avería eléctrica. Mucho se ha avanzado desde que en 1960 se instalara su primer
tendido eléctrico, que también se dio servicio al pueblo, repleto en esa época
de pescadores.
Mucho ha
llovido desde que su construcción se iniciara en tiempos de Isabel II,
consciente de que había que mejorar las señalizaciones costeras. En un
principio se iba a construir en las Islas Hormigas pero por la dificultad en
el traslado de los materiales y la escasa superficie se declinó esa
opción. Construido con sillería de piedra —una manera de tallar la piedra en
grandes bloques—se levantó sobre dos pisos donde se pensó inicialmente hacer
una escuela de fareros, pero finalmente se convirtieron en viviendas en las que
en la actualidad viven cuatro familias. Sus cuatro muros han sido testigos
desde entonces de numerosos temporales e historias trágicas que han acabado con
los barcos sumergidos en los arrecifes de la zona. El más conocido fue el
hundimiento del trasatlántico italiano Sirio en 1906, en el que
fallecieron 550 personas, una acontecimiento que se compara con el del famoso Titanic
ya que hasta el momento ha sido el mayor accidente civil de navegación en las
costas españolas.
Álvarez nos
enseña su vivienda, una auténtica casa en la que se puede respirar su historia
e imaginarse las miles de horas que el farero ha mirado al mar por las
ventanas. Incluso, nos relata que uno de sus compañeros nació en la vivienda
cuando su padre era farero y éste sigue con la tradición familiar en el mismo
faro de Cabo de Palos. El interior del inmueble se respira, como no podía ser
de otra forma, ambiente marinero y la cantidad de luz que entra por todas las
ventanas en los días claros es difícil de igualar por cualquier vivienda de la
zona. El ruido del viento y de las olas le muestra al inquilino que está
alejado del mundanal ruido y que las vistas son inmejorables.
El trasiego
diario en la base del faro es un no parar. Desde las ocho de la mañana se puede
comprobar cómo senderistas, ciclistas o visitantes recorren los últimos
metros de subida para ver las bonitas vistas en las que se puede ver La Manga
al completo. Hasta que llega la noche es un continuo ir y venir de personas,
una situación que se multiplica en verano, cuando miles de personas no
pueden dejar de visitarlo por su arquitectura singular y majestuosa, que lo han
convertido en uno de los más bonitos monumentos de toda la costa mediterránea.
“Es increíble, pero a las siete de la mañana ya hay gente paseando por aquí.
Vienen turistas y vecinos durante todo el día, incluso el tren turístico de La
Manga viene durante todo el invierno para mostrar el faro a los viajeros del imserso”,
relata con satisfacción Jesús Álvarez, quien reconoce que ni recuerda las veces
que cada día le tocan el timbre de la vivienda para preguntar si se puede subir
y que en alguna ocasión “hay turistas que han entrado y nos las hemos
encontrado dentro de la vivienda”, relata entre risas el farero.
Desde hace
150 años el faro de Cabo de Palos es el vigía, el punto de referencia del
Rincón de San Ginés, donde su majestuosidad y su imponente altura han marcado
el pasado del pueblo de pescadores que no entienden su historia sin su
hermosa torre. Ahora es su aniversario y gente como el farero Jesús Álvarez
hacen que su historia mire más al futuro de uno de los hermosos y grandes faros
de nuestras costas.
Fuente: La Voz de La Manga
Es una maravilla la historia que nos muestras, Don José...mira qeu llevo mirándolo los 150 años...y ya sé su historia...un abrazo desde muy cerca....
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